Jorge H Gómez C
Se habla mucho sobre evaluación educativa en la
actualidad. De hecho existen una gran
cantidad de test o pruebas que supuestamente miden que tanto sabe un individuo. Una prueba muy famosa es la llama
PISA (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, por su sigla en
inglés) es un estudio internacional comparativo de evaluación educativa
liderado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico), que se realiza en ciclos trianuales en los que se evalúan
estudiantes de 15 años, matriculados entre 7º y 11º grados. Se evalúan
competencias en lectura, matemáticas y ciencias. En cada ciclo se hace énfasis
en una de estas áreas. Además, se exploran habilidades en aspectos tales como lectura
de información en medios electrónicos, alfabetización financiera y solución de
problemas.
Según esta prueba, se evalúan competencias, pero, ¿qué es
una competencia? Un individuo tiene ciertas habilidades que se evidencian en su
quehacer particular. Por ejemplo un
conductor de servicio público para ser competente debe demostrar
responsabilidad respetando las normas de
tránsito para no causar accidentes, ser tolerante y amable a los pasajeros que
transporta (competencias ciudadanas), tener una buena visión para no chocar
otro vehículo (competencias físicas), manejar conceptos básicos de mecánica
para que en el caso de fallas técnicas pueda salir del apuro (competencias
cognitivas). Según lo anterior, ¿cómo se debería evaluar un individuo para
saber qué tan competente es a la hora de conducir?, ¿a través de una prueba
estandarizada escrita?, o mediante la observación de sus acciones propias del
contexto donde se desempeña? Pareciera ser que se está en el furor de las
evaluaciones estandarizadas, pruebas escritas o test, siendo esto así
seguramente los expertos nos dirán que a través de una prueba estandarizada
podremos saber que tan competente es dicho conductor. ¿Pero a través de unas
respuestas escritas si podemos evaluar la capacidad de dicho conductor? ¿No
sería más pertinente observarlo en el campo de acción? Conocer como conduce,
como trata a los usuarios, como resuelve una falla mecánica, entre otras,
podría sernos más útil para evaluar que tan competente es, pues en el campo de
acción es donde verdaderamente alguien demuestra sus habilidades, mientras que
a través de unas respuestas escritas parece difícil.
El mismo ejemplo se podría tomar para un caso de un
escolar que se quiere evaluar, por ejemplo, en el área de Ciencia, pero como
los sistemas educativos dan tanta credibilidad a los test, el escolar es
valorado desde este tipo de examen. Las mencionadas pruebas estandarizadas,
según un informe del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa,
manejan códigos para sus respuestas. Tienen unas posibilidades que se
acercarían a la verdad y otras que se alejan y están codificadas. La mayoría de
las opciones de respuesta son cerradas, reactivos de escogencia múltiple, y
como es sabido, los reactivos pueden confundir a la hora de escoger el que se
cree como verdadero para una pregunta.
Estas pruebas no
dan la oportunidad de valorar la creatividad del individuo, su capacidad para
gestionar emociones (Goleman, 2003) y resolución de problemas reales. La
creatividad no se descubre en una prueba estandarizada, los individuos somos
diversos y por lo tal poseemos diferentes inteligencias (Gardner, 1983). Lo que se ha creado en los
diferentes sistemas educativos es una idea falsa de lo que es la evaluación. Cuando
se evalúa un individuo es para que este mejore en sus falencias reales que se
le han observado en la práctica, no a través de una prueba escrita
minimalista donde las posibilidades de actuar son mínimas por no decir que
ninguna. Si el escolar no responde a dichas estandarizaciones se le etiqueta
con un porcentaje bajo que supuestamente da cuenta objetiva de su rendimiento,
que registra sus competencias. Esto lo que ha creado es un creciente
acatamiento a determinados
tipos de pruebas estandarizadas. En casi todos los sistemas educativos se está sometiendo
a los escolares
a fuerte presión para que llenen
las expectativas del minimalismo de dichas pruebas (Robinson & Aronica,
2009), convirtiéndose en único fin el presentarlas.
No importa la pedagogía ni la metodología que propenda
por el desarrollo de competencias en el contexto real, pues la función del
maestro (al cual se le presiona para aumentar los resultados de dichas pruebas)
no es otra que la de adiestrar a los escolares en la presentación de test
escritos, incluso a los maestros se les capacita para que a su vez adiestren a
sus dirigidos. Así, los escolares terminan por dedicarse a contestar una
seguidilla de pruebas que terminan por astiarlos.
Bibliografía
Gardner, Howard. (1983) Multiple Intelligences,
ISBN 0-465-04768-8, Basic Books. Castellano “Inteligencias múltiples” ISBN:
84-493-1806-8 Paidos
Goleman,
Daniel: Inteligencia Emocional. Editorial Kairós. (Junio de 2001) ISBN
84-7245-371-5
Robinson,
K & Aronica, L. (2009). El elemento.
Grijalbo Mondadori Sa
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